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Edición Español: Derechos de autor y propiedad en la era digital
¿Para qué sirve? ¡Absolutamente nada!
Escrito por Tiefling
Traduccion por Leonardo Olazagasti
“Es más fácil imaginar el fin del mundo
que el fin de la ley de derechos de autor”
- Tiefling.
En un mundo en el que cada día se publican en Internet 100,000 canciones, 3.2 billones de imágenes y 720,000 horas de vídeo, en el que la música y el arte están disponibles de gratis bajo demanda y se valoran de acuerdo a eso,entonces se puede hacer fácil que los músicos y los artistas se desmotiven. Se vuelve natural tratar de establecer lo que te hace ser tú mismo, encontrar tu estilo y someter el trabajo tuyo y el de tus colegas a pruebas de pureza. Se convierte en una cultura de competencia entre colegas en lugar de camaradería, y una presión para hacer grandes cosas solo. Este enfoque individualista y competitivo se fomenta implícitamente; un método de “bootstrapping” para convertirte en la próxima artista viral de los billboards, o tal vez al menos el próximo fenómeno indie. Esto es fundamentalmente desvirtuado ya que pasa por alto que la creación musical y las artes siempre han sido un esfuerzo grupal. Todo trabajo está inevitable e inextricablemente ligado e influenciado por el trabajo que lo rodea y el trabajo que lo precedió.
Consagrado en la Constitución de los EE. UU. está el poder del congreso para otorgar a los "autores e inventores" derechos exclusivos sobre sus escritos y descubrimientos por un tiempo limitado para "promover el progreso de la ciencia y las artes útiles". La primera ley de derechos de autor de EE. UU., establecida en 1790, no incluía música, pero sí libros, y en 1794 Benjamin Carr registró los derechos de autor de la primera canción “mid” con el argumento de que su partitura contaba como un libro. La idea de la propiedad de los derechos sobre el arte es un invento totalmente moderno que puede vincularse al desarrollo de la imprenta, la industrialización de Europa y el inicio del proyecto capitalista estadounidense.
La idea de los derechos de autor es, desde un punto de vista capitalista, proteger los intereses de los creadores. Los derechos de autor artísticos son un intento de incorporar el arte al mundo industrial y al proyecto capitalista, y de dar a los artistas una forma de proteger lo que es suyo y ganar dinero con los frutos de su labor.
Esto suena encantador, pero viéndolo de cerca, en la práctica se desmorona. Cuesta aproximadamente $50 USD registrar un derecho de autor en los EE. UU., un proceso por el que pasan muchos artistas DIY a pesar de que probablemente nunca ganarán ni una fracción de eso por su trabajo. Además, registrar esos derechos de autor no garantiza ninguna protección real a menos que también tengas un equipo legal. Bajo el sistema actual, el arte no paga y los derechos de autor no ayudan a proteger a los artistas independientes de que les roben sus ideas.
Es importante notar, sin embargo, que la ley de derechos de autor no es el problema fundamental aquí. El robo de arte y la piratería no son la razón por la que los artistas a menudo necesitan tener un segundo trabajo, esto es culpa de la forma en que el arte y la economía del streaming están fundamentalmente estructurados. Las apelaciones a los derechos de autor y la propiedad, como ha sido común en las discusiones recientes sobre el arte AI, distraen la atención del problema central: una economía del arte rota que no puede o no quiere valorar el trabajo creativo, una economía cuyas normas, reglas e instituciones deben ser rechazadas.
Y todo esto sin hablar de cómo robar/tomar prestado/samplear para entrenar una base de datos sobre el trabajo de otros artistas ha sido necesario para algunos de los desarrollos más cruciales en la música y las artes en el último siglo, una práctica que los derechos de autor y las nociones individualistas de creación prohíben explícitamente.
En 1953, Rauschenberg publicó su famoso Dibujo borrado de De Kooning que, como su nombre indica, era la obra borrada de otro artista famoso y presentada como una nueva pieza. Los procesos degradativos y los procesos que involucran tomar prestado el trabajo o las ideas de otro artista para construir algo nuevo nos han brindado muchos movimientos artísticos y musicales fantásticos y atentos, que incluyen samples de hip hop y vaporwave, ropa reciclada en la moda. Grandes franjas de música clásica y jazz en la práctica implican la reinterpretación constante de material más antiguo, al igual que disjokiar. Toda la discografía de Led Zeppelin, éxitos que encabezan las listas como Bittersweet Symphony, clásicos como Ice Ice Baby, muchas canciones de Kanye West, todo lo que han hecho Girl Talk y The Avalanches, nada de esto podría existir sin el rechazo de un mythos individualista sobre la creación. Es algo que incluso esta publicación en particular alienta a través de las samples de The Zone y las entregas de paquetes de potencia.
Las artes constituyen un organismo ciborgiano vivo que respira y crece y cambia gracias a las aportaciones de millones de fuentes de todo el mundo. Dentro de las redes de artistas y la eterna práctica de tomar prestado y tomar influencia de los que te precedieron, este organismo ha existido siempre, antes del copyright y antes del capitalismo. La mitología individualista de la creación artística que existe hoy en día nace del capitalismo y la cultura de las celebridades, está fundamentalmente en desacuerdo con la realidad de cómo progresa el arte. Y lo que es peor, podría llevar a los artistas a hacer arte que no les interesa o que no les gusta hacer para producir repeticiones obsoletas de éxitos pasados en lugar de probar algo nuevo, o competir con las personas que deberían ser sus mayores aliados.
Sokea cuando artistas o instituciones más grandes golpean y toman influencia e ideas de artistas más pequeños que ellos sin crédito o compensación justa. No estoy aquí para refutar eso, pero prácticamente no hay nada que se pueda hacer en los sistemas de mercado contemporáneos, y parece inútil perder el tiempo preocupándose por eso. La respuesta adecuada a un panorama mediático sobresaturado que no valora las artes es no ceder a esta mitología individualista y apelar a los derechos de autor y la propiedad. Necesitas trabajar con otros, hacer el trabajo que realmente quieres hacer, romper las reglas de estas instituciones restrictivas que no te sirven, hacer tu mejor esfuerzo para hacer algo original aunque sepas que nunca podrás hacerlo. Lo más importante es que debe esforzarse por construir nuevas instituciones que realmente sirvan a los artistas.
Nota de la autora:
Escribo este artículo como la artista independiente que ha tratado de hacerlo todo por su cuenta, que trató de seguir las reglas y de ser una girlboss en su camino hacia la cima. Sometí mi música a pruebas de pureza innecesarias y evité hacer cosas que seguramente me hubiera gustado escuchar. Nunca usé samples y sentí una inmensa culpa si me atrevía a usar un preset de sintetizador u otras herramientas que podrían haberme hecho la vida más fácil. Y lo hice todo sola. Solo recientemente he "salido afuera" y todo ha ido mejor por eso. He aprendido mucho más sobre mí y mi trabajo al estar en el mundo y hablar con personas reales. La comunidad es lo que hace que el arte valga la pena. Conocer, trabajar y aprender de los artistas que admiras es lo que hace que valga la pena. La propiedad, la pureza, la mezquindad y el glamour no lo son.
El año pasado, por esta época, me propuse aprender a trabajar con algunos géneros que había estado escuchando pero que nunca había intentado hacer, incluyendo el house y el drum and bass. A medida que profundizaba en estos estilos y leía más sobre el muestreo y las leyes de derechos de autor, me desanimé: básicamente, no había forma de lanzar música legalmente en estos géneros sin aprobar samples que para una artista independiente, serían imposibles de autorizar. Tuve mi momento de joker y decidí que ya no me importaba. Luego escribí lo que creo que es uno de mis álbumes más reflexivos hasta ahora debido a eso: un álbum utilizando muchos samples sin ningún prejuicio que habla del futuro a través del trabajo del pasado, muy lejos de la chica que estaba registrando los derechos de autor de su primer álbum.