Edición Español: Los Currantes, Los Ricos independientes y Los que la viven: Carta a un ex-estudiante.

Escrito por Max Alper

Traducido por Mariano Balestena


El año pasado un ex estudiante particular me escribió por mail a las 3 AM. Lo conocía hace ya varios años porque había estado en uno de los primeros cursos que di en la universidad de la ciudad de Nueva York. Este estudiante, ahora en sus veintipicos, fue testigo de mi crecimiento como educador, viéndome pasar de ser un estudiante graduado nervioso hablando para un aula de alumnos aburridos a convertirme en el Profesor Shitlord Emérito de la Internet.

Suelo tomar el feedback de estudiantes como este muy en serio. Me nutro de la crítica constructiva, y a lo largo de los años, mis alumnos han presenciado los cambios que hice a mis clases y estilo de enseñanza a partir de sus comentarios y devoluciones. Cuando vi que esta persona me había escrito la noche anterior a las 3 am, me preocupé. Ningún mensaje bueno se manda a esa hora, nada bueno ocurre a las 3 am.

El mensaje del estudiante, a quien llamaremos Billy, comienza sin miramientos. “Hey Max, la depresión apesta”. Billy me cuenta que le está costando vivir de la música en Brooklyn, ya desde antes del COVID. Aunque en Estados Unidos sea difícil para cualquiera pagar el alquiler con su arte, imagino cómo se siente crecer con aspiraciones artísticas en una ciudad natal que paulatinamente se transforma en terreno fértil para los ricos que vienen del Midwest y otras partes de la costa este. Si alguien merece habitar las escenas musicales de Nueva York, son primero que nadie los jóvenes locales como Billy.

Me rompe el corazón que Billy me diga que se siente un fracaso en su propia ciudad. Y, por la carga que esto ha implicado a su salud mental, Billy dice que abandonará la música de manera total para estudiar oficios. Le respondí a Billy con algunas ideas que me gustaría compartir, expandidas, con ustedes.


Querido Billy:
Esto me rompe el corazón a varios niveles. Por un lado, te conozco desde mi clase de Historia de la música americana mientras estudiabas para tu Bachelor en Música. Pensé que había hecho un trabajo decente exponiendo las mentiras de la industria musical a artistas jóvenes como tú, pero es difícil ser completamente honesto en un aula de universidad privada sin que te echen por revelarle a los estudiantes que el juego está trucado.

Lo que hubiera querido decirles es que toda industria está saturada de nepotismo y corrupción, y que a veces es en las artes donde esas cualidades tóxicas se acrecientan.

No vivimos en una meritocracia, trabajar duro no equivale automáticamente a éxito, menos cuando competimos con los que pagaron para saltar la fila. Pero no te preocupes Billy, todavía hay tiempo para que dejes tu marca en tu bella ciudad natal de Nueva York, y te voy a decir por qué.

Mira a tus artistas favoritos, vivos o muertos, los que siempre aspiraste a ser como profesional. Es probable que hayan tenido alguno de tres tipos de carrera musical. Cada músico profesional que conocí cae en alguna de estas tres categorías generales. Sé que parece una generalización, pero en mi experiencia sigue comprobándose una y otra vez, así que escúchame.

El primero de estos tres tipos de artistas es el rico independiente. No mires a los que hacen alarde del dinero, busca a los que tienen tiempo. Muchas veces el mayor signo de mérito de un músico es su virtuosismo en su instrumento. Tocar rápido impresiona, ¿no? Hasta yo admito que la práctica tradicional en un instrumento mejora las habilidades musicales. Pero la práctica lleva tiempo, mucho tiempo.¿Quién pagó por todo ese tiempo?¿Cómo, sin estar en el conservatorio, tienes tiempo de componer, grabar y tocar material original todos los meses, y encima de todo practicar una hora por día? La respuesta suele estar en que no necesitas preocuparte por trabajar mientras persigues tu oficio. Probablemente, alguien de tu familia pague tu alquiler.

No digo que los ricos no puedan ser artistas increíbles: Sin la mensualidad que recibía Marcel Duchamp de su padre, no hubiera habido Dadaísmo. Giacinto Scelsi era literalmente heredero y duque del castillo de La Spezi. Como ejemplos más contemporáneos, la madre de Grimes era Fiscal de la Corona en Vancouver. El padre de Frankie Cosmos es el tipo de Wild Wild West (no, Will Smith no, el otro). El padre de Julian Casablancas manejaba la mayor agencia de modelos de Nueva York mientras el joven Julian compartía mesa de Navidad con Ivanka Trump. La lista sigue.

Por más talentosas que sean estas personas, es imposible no relacionar sus carreras artísticas con los entornos pudientes que los apoyan desde el nacimiento. Podemos amar su obra y a la vez entender que sus historias no son la norma ni algo que los demás artistas puedan emular. Es como una carrera de velocidad de cien metros en la que tu competidor tiene noventa metros de ventaja. El tiempo es dinero y siempre habrá gente que tenga más tiempo que tú para desarrollar sus pasiones. Así que, que se caguen, tú trabaja con el tiempo que tú tienes, el arte no es una carrera de velocidad.


La segunda categoría general es la de El Que La Vive: Alguien que, para bien o para mal, ha dedicado su vida a trabajar exclusivamente como músico independiente. No hay mejor momento para eso que la juventud, ya que para saber si tocar es lo tuyo necesitas probar y en tus veintipico aún tienes energía para hacerlo. “Vivirla” acarrea vivir el nomadismo de la gira y trabajar siete días a la semana en varios proyectos en vivo y en estudio, y confiar solamente en el ingreso generado por dichos proyectos. Esto suele implicar no ganar demasiado dinero, especialmente en las eras de COVID y post-COVID. Puedes hacer algo de dinero en los Sales de Bandcamp si tienes suficiente presencia en internet, pero los efectos de la pandemia sin duda perjudicaron a los músicos trabajadores. A medida que los venues cerraban a lo largo del país, los fondos privados se abrían espacio.

En el panorama actual pesadillesco de la industria de la grabación, los conciertos y las ventas de merchandise son esenciales. Por más bien que hayan hecho los Viernes de Bandcamp durante y después de la pandemia (ventas especiales el primer Viernes de cada mes, en las que se daba el total a los artistas), la adopción masiva de las plataformas de streaming como modo de distribución principal ha terminado de liquidar a la música grabada como un bien de valor monetario.

No es que los que la viven la pasasen bien antes del streaming: Los artistas han sido estafados con regalías y derechos de masters desde la época del fonógrafo. Lo que hace diferente a este momento de la industria de la grabación es que se ha combinado con el capitalismo de plataformas en su nivel más alto de infraestructura: Es simplemente imposible sobrevivir sólo del streaming sin conseguir colocación en playlists y visibilidad en el algoritmo. Los que pueden permitirse engañar al sistema lo hacen: el stream-farming, algo-boosting y bots pagos se han convertido en industrias prósperas, si sabes dónde buscar. Si las compañías como Spotify no dan suficiente rédito y necesitan inyecciones de inversión de sus accionistas, ¿cómo esperas vivir tú de sus plataformas sin engañar al sistema?¿De casualidad tienes 20 smartphones tirados por ahí?


Para un artista, no autopromocionarse en redes sociales es en sí mismo un acto de protesta. Aislarse de una audiencia aumentada algorítmicamente hace mucho más difícil conseguir espectadores que paguen entradas y compren merch después del concierto. A esta altura, hasta yo, como educador de música independiente, estoy casado con esta plataforma: Para bien o para mal, Instagram puede conseguirte gente, y puede que incluso sea el medio por el que hayas llegado a esta carta.

Daniel Elk, fundador de Spotify, nos dijo que los artistas necesitan trabajar más si quieren beneficiarse de los sistemas actuales. Nada ha cambiado para los que la viven: Hay que currársela sin descanso. Creeme, sólo porque esté describiendo la realidad no significa que no quiera tirarla abajo, o al menos exigirle a Spotify un plan de salud para todos los artistas en la plataforma en un país en el que no se los provee. Soñar es gratis.

Es por lo duro de esta realidad que romantizar la vida del músico trabajador como más de lo que es - una lucha - puede ser peligroso. A los Millennials y los Zoomers les vendieron que las metrópolis siguen siendo bastiones de la cultura y el arte vanguardista cuando en realidad, los artistas que viven en ellas apenas pueden sobrevivir. ¿Qué año quieren que creamos que es? El New York Times se regodea con el renacimiento de Bushwick en la sección de Artes mientras que en la de Bienes Raíces elogian a algún CEO de Tech que compró una casa típica por cinco millones de dólares en Bed-Stuy, ayudando a gentrificarlo.

La Nueva York del No-Wave se revuelca en su tumba al ver lo caro de los alquileres. El Lower East Side es el patio de atrás de los más borrachos de New Jersey. Los que viven en un armario a la sombra del mercado de pescado en Chinatown o el puente de Manhattan pagan $3000 o más por el privilegio de hacerlo. Los McKibbin Lofts - fábricas convertidas en viviendas, con un largo historial de cultura independiente y estudiantil - ahora alojan estudios de Yoga y mercados orgánicos. Los espacios de vivienda y trabajo de los artistas parecen restos de un estudio de la serie de HBO Girls (salvo que no te moleste compartir con nueve roomies).


El juego de vivirla es una carrera cuesta arriba en las ciudades, donde el ambiente nocturno es por un lado la fuente de ingresos de muchos y por otro, uno de los factores que contribuyen a la gentrificación. Es por esta razón que todos los que conozco que la viven hicieron la mayor parte de su carrera fuera de ciudades grandes: Quienes prefieran una comunidad más chica y estrecha por sobre una escena grande podrán encontrarla donde sea que estén. El juego de los que la viven es principalmente de supervivencia pero también de prosperar en comunidad. Mientras ofrezcamos nuestros recursos, nos paguemos las cuentas proveyéndonos mutuamente y además apoyemos a los nuevos que llegan, el DIY (Hazlo tú mismo) nunca morirá.

La tercera y última categoría de carreras musicales que conocí, y en la que me encuentro hace un tiempo, es la del Currante. Es la categoría en la que pareces estar cayendo, Billy, una que piensas que te hace un fracaso como artista. Ojalá pudiera estrangularte a través de la pantalla, Billy (con amor, por supuesto), para sacarte de la mentalidad tóxica en la que te encuentras. Bueno, sin estrangulamiento, ¿mejor un abrazo de oso?

No sólo no eres un fracaso por decidir que prefieres la paz mental de la estabilidad económica de trabajar fuera de las artes, si no que eres un artista mucho más profesional por darte cuenta de eso. Un trabajo de día no sólo paga las cuentas, si no que provee pausas necesarias para tus oídos y cerebro. Sabes que tu obra necesita sustento y el dinero no crece de los árboles, así que buscas generar una base de apoyo para tus prácticas artísticas. No importa que no estés practicando todos los días o tocando todos los fines de semana. Trabajas en tus propios términos y a tu propio ritmo. Es más de lo que muchos hacen en su edad adulta: Por lo menos lo estás haciendo.

Te lo digo como alguien que nunca pagó sus cuentas con conciertos y ventas de discos, hago noise y paredes de texturas ambient, amigo, no espero recibir un adelanto de Sony o Atlantic para editar mi música sin pulso generada algorítmicamente. Entendí temprano en mi carrera que iba a tener que encontrar un oficio para pagar las cuentas y seguir trabajando en mi arte. La clave es encontrar algo en lo que realmente seas bueno.

Cuando estaba en la universidad pasaba los fines de semana trabajando con niños como asistente de educación especial de varias escuelas y centros de aprendizaje en Nueva York. Mi plan era meterme en educación especial después de la universidad: El trabajo era gratificante y constante y yo era un profesor decente. En ese momento no consideraba dedicarme a la música, fue después de unos años de trabajar como asistente de educación especial que eventualmente armé una currícula que combinaba la tecnología musical con la educación primaria y secundaria.

Esto fue lo que me impulsó a hacer un MFA (Máster en bellas artes) en artes sónicas y música electrónica. ¡Ahí fue donde nos conocimos, Bill! Yo era un estudiante de grado entusiasta y sin dinero, trabajando como instructor adjunto y asistente de estudio cuando te anotaste en mi carrera de música de América global. No volví a la academia solamente para mejorar como artista, sino para aprender a enseñar tecnología musical y a escribir y hablar de ella. Las palabras, la educación y la tecnología son mi oficio y lo trabajo full-time.

No soy el único que intenta pagar las cuentas por fuera del circuito de conciertos y ventas de discos. Philip Glass, por aburrido que me parezca, es mi héroe en ese sentido: Dijo públicamente que solía pensar que tendría trabajos formales toda su vida. En los 60 Glass trabajó en una compañía de mudanzas que tenía junto a su colega minimalista Steve Reich y el escultor Richard Serra; también como taxista hasta (y durante) la premiere de “Einstein on the beach” en 1976. John Cage nunca dejó de cosechar trufas y hongos raros: Lo que alguna vez fue su sustento básico durante la Gran Depresión, se convirtió luego en su principal fuente de ingresos, incluso durante el apogeo de su carrera como compositor e intelectual. Restaurantes de Manhattan galardonados con estrellas Michelin pagaban por los hongos que Cage encontraba lo suficiente para permitirle pasar la mayor parte de su tiempo componiendo y escribiendo (a veces justamente, sobre hongos). Charles Ives nunca dejó de vender seguros de vida. Fenriz, de la banda pionera del Black metal Darkthrone, siguió siendo cartero y miembro del sindicato. La lista sigue.

No eres un fracasado por convertirte en un Currante, Billy, eres un artista como cualquiera de nosotros. ¿Qué importa que no seas un niño rico de Upper East Side que tuvo el privilegio de poder tocar desde el jardín de infantes? Seguro que ese niño rico toca bien, pero, ¿Es esa la persona que quieres ser? Haces shows, grabas discos, vendes merch online, y todo, sin el apoyo del dinero de papi. Lo estás logrando sin la ventaja que los niños ricos tienen desde que nacieron. ¡Enorgullécete! ¡Saber que el juego está trucado es liberador! Sólo porque no haya meritocracia en la industria musical no significa que no puedas pasarles por encima a los ricos con tu arte. Tus experiencias por fuera de la burbuja en la que ellos se mueven te generará más creatividad.

No importa si tardas un poco más porque sólo puedes dedicarle una noche cada tanto a tu nuevo disco. Mientras te dediques ese tiempo, por más poco que sea, mientras muestres al público lo que estás haciendo, no serás un fracaso, Billy. ¿Estás vivo, no? Entonces podrás encontrarte el tiempo, no hay apuro.

Tu ex profesor,
Max.


Max Alper, también conocido como La Meme Young, es un profesor de música y sonido, escritor y cofundador de Klang Magazine. Hace música bajo el nombre de Peretsky.